La humildad es la virtud que consiste en conocer las propias limitaciones y debilidades y actuar de acuerdo a tal conocimiento.
Desde la filosofía, Immanuel Kant afirma que la humildad es la virtud central de la vida ya que brinda una perspectiva apropiada de la moral. Para Friedrich Nietzsche, en cambio, la humildad es una falsa de virtud que esconde las decepciones que una persona esconde en su interior.
La humildad es la base y fundamento de las virtudes, ya que sin ella no hay alguna que lo sea. Con esto quiere decir que la humildad es la base de todas las virtudes, quien es humilde es virtuoso y capaz de generar las demás virtudes.
Ser humilde no está relacionado con el dinero o la clase social, se refiere a una virtud que hay quienes la desarrollan y otros que no. Bien lo Dijo Mahatma Gandhi: “procura ser tan grande que todos quieran alcanzarte y tan humilde que todos quieran estar contigo”, este es el secreto para saber cuál es el papel de la humildad en las relaciones.
En el mundo de hoy todos parecemos estar participando en una competencia para ser el más rico, el más inteligente, el más guapo, el más exitoso… El orgullo hace que muchas personas busquen esas metas, se crean superiores a los demás y cometan una serie de equivocaciones: creen que lo pueden todo, imponen sus decisiones y desprecian a las otras personas. El remedio a esos peligros es el valor de la humildad que consiste en reconocer que no somos “los mejores del mundo”, en aceptar nuestros defectos y reconocer las virtudes de los otros. En ese intercambio a veces nosotros somos el ejemplo a seguir y a veces lo son ellos. Sumando nuestras virtudes, podemos corregir juntos nuestros defectos. La humildad va de la mano con la sencillez que nos enseña a valorar las cosas simples, por ejemplo, la naturaleza, las pequeñas alegrías de cada día, las expresiones de afecto de nuestros amigos y los logros que obtenemos.
La humildad, sin embargo, no significa ser serviles, ni humillarnos ni arrodillarnos a la voluntad de los otros. Así, pues, la humildad no excluye la propia dignidad.
-No regocijarse en el dolor de una persona: No debemos hacer daño a nadie, y tampoco podemos alegrarnos del dolor ajeno. Por mucho que alguien te lo haya hecho pasar mal, tú no debes ser igual.
–No presumir de lo que se tiene: Puedes alegrarte de tus logros y lo que has conseguido, pero debes disfrutar de ello con humildad y no alardear de ello y menos, frente a personas que no tienen lo mismo o las mismas capacidades.
-Escuchar las ideas y opiniones de los demás: Aunque tengamos razón en un tema o materia, tenemos que estar dispuestos a escuchar las opiniones de los demás al respecto, y no solo eso sino que además hay que respetarlas aunque en ocasiones no estemos de acuerdo con lo que se expone.
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