La ética detrás de la ciencia



EXPERIMENTOS PSICOLÓGICOS QUE SOBREPASARON LA ÉTICA


La ética trasciende en todo lo que hacemos, por lo que sin duda está presente a la hora de realizar cualquier tipo de ciencia. Se puede entender a la ciencia como el trabajo de descubrir cómo funciona el universo, cuáles son sus leyes de funcionamiento, cómo se pueden modelar, y obviamente como podemos prever mejor el futuro. Los avances de la ciencia permiten aprovechar mejor los recursos naturales a través de las nuevas tecnologías a las que da lugar.
Los experimentos científicos suelen ser regidos por una serie de principios éticos que sirven para asegurar que las ambiciones de los encargados del estudio no se salgan de control.

A continuación, dos experimentos psicológicos que no terminaron con resultados alentadores, en los cuales está presente la ética.


1. El experimento monstruo
En 1939, Wendell Johnson ideó un terrible estudio para observar si los comentarios positivos o negativos afectaban o causaban los trastornos en el habla.
Para esto, eligió a veintidós niños huérfanos y los dividió en dos grupos. A los del primero se les alabó por su manera fluida de hablar y sus excelentes habilidades para expresarse. A los del segundo se les dijo que sufrían de tartamudez severa, que no se les entendía cuando hablaban y que dicha condición era incurable.
Muchos de los niños sin trastornos del habla del segundo grupo sufrieron efectos psicológicos negativos. Algunos incluso se volvieron tartamudos de por vida. Los colegas de Johnson los reprendieron por usar a niños huérfanos para probar su teoría. La universidad de Iowa se disculpó oficialmente por este estudio en el 2001. A muchos de los afectados se les dieron indemnizaciones, pero ya el daño estaba hecho.


2. El proyecto Aversión
En los años setenta y ochenta, el ejército sudafricano del apartheid decidió obligar a sus miembros gay a que se cambiaran de sexo. No solo eso, sino que se les forzó a recibir terapia psicológica, tomar medicamentos que podían resultar muy perjudiciales y recibir terapia de electro-shock para alterar sus impulsos sexuales.
El objetivo de estas irracionalidades era eliminar la homosexualidad del ejército. Muchos de estos sujetos fueron condenados a pasar sus días en clínicas psiquiátricas militares, en donde los doctores intentaban encontrar una especie de cura para la homosexualidad. Objetivo de lo más ilógico desde su concepción.
Los que no se “curaban” con terapias de menor escala eran químicamente castrados o cambiados de sexo por cirujanos algo inexpertos. Lo peor es que los artífices de estos lamentables hechos jamás fueron castigados y algunos, como el doctor Aubrey Levin, viven vidas tranquilas en otros países.



En estos dos experimentos se puede ver con claridad que el afán por descubrir algo nuevo o confirmar una hipótesis puso en peligro a otras personas de causarles algún trastorno o enfermedad mental.
“La ciencia es útil, pero si el sufrimiento humano es necesario para probar una determinada teoría, sería mejor usar nuestra imaginación hasta que se nos ocurra una mejor manera de comprobarla”.



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