LA CIENCIA CAUSANDO CONTROVERSIA EN LA ÉTICA
Frankenstein Danzarín.
A principios del siglo XIX, si bien la electricidad era un tema fascinante para muchos filósofos naturales, nadie era capaz aún de entender sus implicaciones prácticas. Por ejemplo, Luigi Galvani demostró que la electricidad contraía los músculos de una rana muerta, empleando unas sencillas baterías, lo que le llevó a la conclusión de que la electricidad era la fuente de toda existencia animada.
Su sobrino, Giovanni Aldini, estrenó un espectáculo que consistía en animar los cuerpos de asesinos recién ejecutados o las cabezas de los guillotinados con este sistema. Tal y como había especulado también la escritora Mary Shelley al escribir su novela sobre el monstruo de Frankenstein durante una noche especialmente desapacible. Aldini, en una actuación especialmente célebre, conectó una batería al rostro de un asesino provocando que ejecutara muecas y, finalmente, situó un electrodo en el recto del cadáver, que le obligó a agitarse como si llevara a cabo una danza macabra.
La electricidad, ese gran misterio, también se aplicaba también para tratar el estreñimiento o evitar que los jóvenes tuvieran erecciones ilícitas.
Burdeles de LSD.
En Estados Unidos, en la década de 1950, se llevó a cabo la Operación Clímax de Medianoche de la CIA, que consistió en retribuir a prostitutas para que atrajeran a clientes a un falso burdel. Una vez dentro, les administraban LSD para estudiar la relación entre el sexo y las drogas, siendo todo registrado a través de un grupo de espejos de doble fondo.
Una década después, otro experimento relacionado con LSD acabó siendo tildado de inmoral: investigadores suministraron a Tusko, un elefante de zoológico, 285 miligramos de LSD (3.000 veces la dosis humana). Tras unos minutos de agitación, el elefante falleció. Sin duda había superado a la contaminación por LSD que padeció su descubridor, obligándole a experimentar el viaje en bicicleta más psicodélico de la historia.
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